lunes, 8 de febrero de 2010

Tragicomedia (monólogo)

La Tragicomedia de Abby.

A las computadoras y a la electricidad hay que respetarlas, me dijo una vez mi madre. Pero, para mí, a esas cosas hay que tenerles miedo; principalmente porque ellas están, prácticamente, dominando el mundo. Lo digo en serio, ¡están en todas partes!

Veas por donde veas, siempre habrá una de esas cosas obras del demonio por algún lugar. Sólo si observas con atención puede que encuentres un lugar en donde no estén ellas metidas.

Ahora, me dirán, “¿Por qué odias tanto a las computadoras y, por Cristo, a la electricidad, si te facilitan la vida?” Oh no, yo no las odio… simplemente les tengo pánico- y me ponen nerviosa.
Una vez pasó que, con la computadora, estaba descargando un programa que ansiaba con ganas y tardó exactamente cinco horas cuando llegó al noventa y ocho por ciento.

Estaba yo tan emocionada cuando llegó el noventa y nueve por ciento (Dios, nunca amé tanto a un número) que podía cantar aleluya cuando: ERROR…

Nunca odié tanto la palabra ERROR.

Pero eso fue divertido, después de que se me pasara la rabia, claro. Además, no es del otro mundo que eso pase, las máquinas no son perfectas porque fueron creadas por seres imperfectos y superflojos.

Lo dejé pasar.

Eso fue antes de que la tragedia pasara.

Sucedió una tarde de Diciembre, en las que estaba yo muy contenta frente a mi computadora (alias, instrumento del mal), bebiendo un capuchino (que como me costó para que mi padre me lo comprara… el tacaño ése), y escribiendo un no-sé-qué (no creerán que me acordaré de todo lo que pasó hace un… ¿año?) que era muy importante y llevaba unos cinco días escribiéndolo (aunque la mayor parte la saqué de la Wikipedia, pero eso no importa, en realidad) y cuando terminé, a eso de las nueve de la noche; iba a guardar el documento cuando Marta me escribió un mensaje y decidí irme a la Internet a chatear con ella.

Entonces, puff paff. Se fue y se vino la luz.

Desesperada encendí el CPU y recé a Diosito.

Aunque mis rezos fueron en vano cuando descubrí que no había salvado la mayor parte del documento.

Estaba tan atolondrada —y casi puedo decir con certeza que me faltó poquito para entrar en estado de shock— que tuve que ducharme para que se me fuera el susto.

Fue el momento más terrible de mi vida. Y lo peor es que se lo conté a mí tía Josefina (quien no puede mantener la boca cerrada… yo y mis grandes ideas) y ella se lo dijo a medio mundo, ahora mi desgracia es objeto de burla. Para colmo me dicen que así aprendo a salvar documentos importantes y a no perder mi tiempo con Marta. Por supuesto esto último nadie se lo ha dicho a Marta. Lo bueno de esto es que sé que algún día mi familia se olvidará de lo ocurrido (y si no lo hacen puedo usar la hipnosis o amenazas anónimas), y con suerte, yo también (Abby, pss, te habla tu subconsciente, olvida todas tus desgracias… ¡Olvídalas joder!). Aunque quizás eso suceda, lamentablemente, en un futuro muy lejano.

4 comentarios:

  1. me encanto yo hare ese monologo es perfecto y lo mejor no dice cosas que no puedan ver los niños pero de todos modos no es infantil

    ResponderEliminar
  2. que pena que sea del 2010 y sin ningun comentario

    ResponderEliminar
  3. bueno me ayudo mucho pos data gamer asta los huesos XD

    ResponderEliminar